Las vías de escape de May

Ha sido necesario que la política británica se paseara en el breve plazo de 48 horas por la tragedia y el ridículo para que comiencen a brotar soluciones de sentido común al laberinto del Brexit.

Tres hechos consecutivos, a lo largo de la semana, han conducido a tres conclusiones incuestionables. Los hechos son, en este orden; el ataque de pánico del Gobierno de Theresa May, que suspendió a última hora (el lunes) la votación en el Parlamento, programada para el martes, del acuerdo alcanzado con la UE después de comprobar que la derrota iba a ser colosal; la fallida moción de confianza contra la primera ministra en el seno del Partido Conservador, que reveló que un tercio de sus correligionarios (117 contra 200) ya no quiere saber nada de ella; y el jarro de agua fría que recibió May de los líderes comunitarios cuando acudió al Consejo Europeo en Bruselas tratando de buscar ayuda. Las conclusiones saltan a la vista. El acuerdo, en sus actuales términos, ha entrado en vía muerta, según explicaba este sábado el diario The Times. Una mayoría de ministros del Gobierno británico, según el mismo periódico, han comenzado ya a discutir entre ellos opciones alternativas.

Theresa May aún preside, pero ya no gobierna la situación. Con toda la oposición en contra de su acuerdo y uno de cada tres diputados conservadores en clara rebeldía, ha perdido la autoridad necesaria para llevar al Brexit a buen puerto. Y la solución no está en Bruselas. Es un problema interno de Reino Unido y solo puede solucionarse en el seno del último reducto de soberanía y autoridad: el Parlamento. A través de este extenuante juego de descarte, algunos políticos, como la ministra de Trabajo y Pensiones, Amber Rudd, ya se han atrevido a señalar que solo hay dos salvavidas a los que amarrarse: la convicción general de que debe evitarse a toda costa una salida abrupta de la UE, el Brexit sin acuerdo al que aspiran aún los euroescépticos más radicales, y la necesidad de construir en sede parlamentaria una solución de consenso que agrupe a las voces moderadas conservadoras y laboristas. “Quizá perdamos votos a lo largo del camino a medida que nos acerquemos a la solución. Que así sea. Cada uno de nosotros está obligado a trabajar en lo que crea que es operativo y posible”, escribió Rudd en el diario Daily Mail.

Oficialmente, May sigue empeñada en obtener de la Unión Europea un compromiso explícito de que el llamado backstop, la salvaguarda que retendrá a Irlanda del Norte dentro de las reglas comunitarias hasta que se defina una relación futura entre los dos bloques, tendrá un tiempo límite. Confía de ese modo en poder convencer a los diputados más díscolos para que respalden su acuerdo. Y se reserva hasta entonces el derecho a someterlo a votación en el Parlamento.

Extraoficialmente, muchos de sus ministros conspiran ya para que el calvario pase cuanto antes, convencidos de que el acuerdo nunca podrá contar con suficiente mayoría de respaldo en Westminster. Se activaría así la moción presentada por el diputado conservador proeuropeo Dominic Grieve, que fue aprobada el pasado lunes. El texto otorga al Parlamento la posibilidad de buscar una solución alternativa una vez rechazado el plan propuesto por May. Legalmente, el Gobierno no está obligado a asumir esa nueva propuesta, pero hay un amplio consenso en que difícilmente May podría desobedecer lo que le impusiera el legislativo.

Alternativas

Una de las vías de salida que agrupa cada vez más apoyos es la celebración de un segundo referéndum. No están claros sus términos, pero va cobrando fuerza la opción de que sean los ciudadanos los que se pronuncien entre el plan de May o la permanencia en la Unión Europea. Algo que se ha visto mucho más facilitado después de que el Tribunal de Justicia Europeo haya aceptado la posibilidad de que Reino Unido revoque unilateralmente el artículo 50 (que puso en marcha el mecanismo de salida de la Unión Europea).

Al menos cinco ministros, incluido el de Economía, Philip Hammond, y la propia Rudd, defienden ya abiertamente esta opción si el resto de los caminos se agotan. “Hay un creciente interés en el seno del Gobierno sobre la posibilidad de un segundo referéndum”, explicó el exministro Jo Johnson, hermano del euroescéptico Boris Johnson y firme defensor de la permanencia en la UE. “El acuerdo de la primera ministra debe someterse al veredicto de la ciudadanía. Necesita un puente de vuelta a la realidad y creo que una segunda consulta puede ser la solución”, dijo este sábado Johnson en una entrevista a The Times. Exactamente el mismo camino que defendió esta semana el ex primer ministro laborista Tony Blair. Liberar a May del problema, explorar el consenso parlamentario en busca de una solución de compromiso y devolver en último término la voz a los ciudadanos británicos.

 

Fuente: El País (15-12-2018)

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